En el nombre del padre, del hijo del Espíritu Santo Amen.

ACTO DE CONTRICIÓN

Jesús, mi Señor y Redentor,
yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy
y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar
y confío en que por vuestra infinita misericordia
me has de conceder el perdón de mis culpas
y has de llevar a la vida eterna.

Amén

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Clemente Emperatriz de los Cielos.
Madre Santísima del Rosario,
que siendo producida de los inmensos tesoros del Cielo,
a esfuerzos del poder divino fuiste igualmente
destinada en el consistorio de la Santísima Trinidad,
para que fueses Madre del Unigénito Hijo de Dios,
y por eso llena de Gracia desde el instante de tu Concepción.

Tú, Señora, eres el remedio universal
que trazó la infinita sabiduría y misericordia del Altísimo,
para socorrer al mundo que se había perdido por la culpa original.

Eres la Madre de Misericordia,
en quien confían los pecadores para librarse de los rigores de la divina justicia;
y si en todas partes manifiestas el cuidado que de ellos tienes,
especialmente lo conocemos en tu milagrosa Imagen  de Chiquinquirá,
en donde declaras que si estas dotada de la ilustre dignidad de verdadera Madre de Dios,
también eres verdadera Madre de pecadores y si renuevas,
esta tu imagen en un lienzo roto y maltratado,
también renuevas con tu milagroso poder,
en el tosco lienzo de nuestros corazones,
la imagen de tu Hijo bendito.

¿Quién podrá contar, oh Soberana Princesa de la gloria,
las conversiones que haces con los pecadores endurecidos?
Con sólo haber mirado tu imagen son muchos
los que se han rendido a las dulces influencias de la gracia.

Humildemente te suplicamos, Señora y Madre nuestra,
que la misma piedad que te movió a visitarnos en tu Renovación,
mueva también nuestras rebeldes voluntades a sujetarnos
al suave yugo de los divinos mandamientos
y al aborrecimiento de nuestras culpas,
para hacer de ellas una verdadera y fructuosa
confesión que asegure nuestra salvación.

Alcáncenos también la gracia que en esta novena
te pedimos por la intercesión de tus gloriosos
siervos san Andrés apóstol y san Antonio de Padua,
si ha de ser para mayor gloria de Dios y salvación de nuestras almas.
Amén.

Se rezan cinco Avemarías en reverencia de los misterios del Rosario,
y después se manifiesta en voz alta cuál es la intención
por la que se hace la Novena a Nuestra Señora.

 

CONSIDERACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO

Señor mío Jesucristo, Padre de infinita misericordia y Dios de todo consuelo, que haces grandes maravillas en el Cielo y en la tierra, y entre ellas el haberme hecho a tu imagen y semejanza y capaz de tu gloria y felicidad. Confieso, Señor, que haces un beneficio tan grande, que no hay palabras para poderlo ponderar dignamente, ni caudal alguno en todo lo creado para poderlo retornar.

Por el ser que me diste no debiera haber instante de tiempo que no lo emplease en servirte, amarte y agradarte con todas las fuerzas de mi alma; no debiéramos tener pensamiento, ni articular palabra, ni hacer la más leve cosa, que no fuese ordenada a tu mayor honra y gloria. Pero, ¿cómo me he portado? Ingrato y desconocido a tus favores, tantas veces borro de mi alma tu imagen y semejanza, cuántas veces atrevidamente te ofendí y me olvidé que eras mi Creador, mi eterno bienhechor.

¡Ay, Dios mío, dulzura de mi alma y centro de mi corazón! ¿Qué haré? ¿A dónde iré? ¿Quién renovará en mí la imagen de mi Creador? ¡Oh!  Si oyera la voz de mi Amado en aquellas dulcísimas palabras: ¡Se renovará tu juventud como la del águila!

Cuánta es, Señor, la tristeza de mi corazón cuando escucho los baldones con que unas voces secretas me dan en rostro y me dicen: ¿Dónde está tu Dios?

Esto me hace confesarte, Señor, mi pecado y derramar lágrimas de dolor, diciéndote desde lo más profundo de mi alma: pequé, Jesús de mi vida, pequé, amantísimo Esposo, me pesa de haber pecado. Más, aunque es grande mi aflicción y mi dolor, no es menor la confianza que tengo en ti, que me has de perdonar. A esto me anima, Dios mío, el saber que eres un verdadero Padre, que deseas reparar la imagen que se había afeado con el pecado.

Me anima el considerar los beneficios que me has hecho, en especial el haberme dado por madre a la que sola entre las criaturas fue digna de llevarte nueve meses en su vientre virginal, cuando ni los cielos ni los más elevados Serafines son capaces de conteneros.

Señor, tú no quieres que me olvide de esta benignidad; y para que siempre viva en mi reconocimiento, dispusiste que se erigiese en María santísima un altar de perpetuo monumento y que esta misma Señora renovara su imagen en Chiquinquirá. Quieres hacer a tu Madre Santísima el honor de renovar también en mí, por su medio, lo que yo arruiné por mi culpa.

Ea, pues, Señor, yo te suplico por el amor que le tienes, que mires con piedad la compunción de mi corazón y me concedas el perdón de todos mis pecados. Tú mandaste y esta ha sido siempre tu voluntad, que honremos a nuestros padres, y para tu ejemplo, hiciste lo que mandaste. Asegurado, pues, de tu bondad, me atrevo a suplicarte que honres la memoria de tu Madre amantísima, y que me concedas por sus méritos lo que por mis culpas no merezco. Y, pues gustas que la saludemos con las divinas rosas de su Rosario, yo, para tenerla propicia a mi consuelo, le ofrezco las mismas que fueron el principio de su  mayor dignidad y de nuestra eterna felicidad.

Amén.

Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.

GOZOS

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores!

Si en vuestra imagen hermosa
de Chiquinquirá encontramos
todo el bien que deseamos
en esta vida penosa;
si en todos tiempos graciosa
dispensáis vuestros favores
con franca soberanía.

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores!

Fénix de amor, renovada
para remediar al hombre
ostentáis este renombre
en tu Imagen sagrada;
con tal timbre coronada,
se aumentan más los ardores
de tu amor cada día.

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores!

Como aquella nubecilla
que Elías vio en el Carmelo
así por nuestros consuelos
obrasteis la maravilla;
de una oscura imagencilla
salieron magnos primores,
que son asombro del día.

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores!

¡Que copiosa y que incesante
es la lluvia soberana
de milagros, con que ufana
nos beneficiáis amante.
No se da ningún instante
sin que derraméis favores
con general bizarría!

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores!

Todo el que imploró confiado
y con sincera intención
vuestro amparo y protección,
salió siempre consolado.
Infinitos han cambiado
en delicias sus dolores,
porque os buscaron por guía:

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores!

No hay enfermedad penosa,
no hay trabajo ni desgracia
que Vos, con pronta eficacia,
no remediéis generosa;
si es que con fe fervorosa,
quien busca vuestros amores,
de los vicios se desvía:

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores!

Casa común del consuelo
es vuestro templo sagrado,
pues en él habéis franqueado
tu maternal desvelo.
Por eso con tanto anhelo,
sin recelos ni temores,
os clamamos noche y día.

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores!

¡ Pueblo de Chiquinquirá,
tierra mil veces dichosa !
¡ Qué riqueza tan preciosa
Dios en su campo nos da !
¡ Oh ! qué celestial maná,
de tan infinitos sabores,
vierte en su imagen María:

V/. Pues sois de los pecadores
el consuelo y la alegría.

R/. ¡ Oh Madre clemente y pía
escuchad nuestros clamores !

 

ORACIÓN FINAL

Bienaventurada Madre del Redentor,
puerta del Cielo que siempre estás abierta,
hermosa estrella que guías a los que navegan
en el mar tempestuoso de este mundo,
socorra a los que están caídos en el pecado,
y que desean librarse de él,
Tú, que con pasmo de toda la naturaleza
concebiste y diste a luz a tu Creador,
Virgen santa antes y después del parto,
compadécete de los pecadores,
recibiendo la salutación del ángel san Gabriel.

V/ Dígnate rogar por nosotros, ¡oh santa Madre de Dios!

R/ Para que seamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Omnipotente y sempiterno Dios y Señor nuestro,
que eres la Esperanza,
el Premio y el Consuelo de todos los afligidos
que te invocan y quisiste que todos los bienes
que tenemos y esperamos alcanzar,
nos vengan por mano de la Santísima Virgen María,
dignísima Madre tuya: concedednos,
como te suplicamos,
que todos los que veneran piadosamente tu nacimiento en carne mortal,
y te ruegan delante de esta milagrosa Imagen renovada por tu mano,
sientan el perpetuo socorro de su patrocinio, y sean libres en el cuerpo
y en el alma de toda tribulación.
Tú que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

Amén.